Me niego a ser Penélope. Soy mujer y elijo el camino, elijo mis golpes, yo rijo mi historia, yo trazo la llama, me agito el cabello sobre la cara, que no tiene por qué ser bonita como una estatua griega, ni como una nueva musa heroin chic. Ulises, no te estoy esperando, Soy yo la que va a buscarte, la que leva anclas, la que mueve mares, la que sopla velas. Que ya se ha derramado mucha sangre porque tengo menos fuerza en las manos. Que ya se ha oprimido bastante, borrándoos a los hombres todo rastro de ternura. Ulises, no me tapo los oídos esta madrugada, ni me ato al mástil de tu barco: Las sirenas publicistas ya no me asustan con su maquillaje de plástico, sus tetas de plástico, su cerebro de petróleo, que tanto ha manado de mis ojos como lágrimas negras. Por eso esta es la Penélope del siglo XXI. Bienvenido a Ítaca, donde puedo dar el primer paso. Donde no necesit
He dejado de ser muchas cosas para alcanzar esta nada que llena mis horas de una mentira que siempre promete ser la última. He resistido tantas veces la tentación de besarme a mí misma, de acariciar mi piel igual que la rasgo para trepar a un árbol del que no existe la copa, del que no hay vino que embriague, reestructurando la mentira como un palacio de cristal. Igual que la infancia me rompe las rodillas cuando quiero esconderme bajo mi propia falda cuando quiero ser mi propia madre, mi propia naturaleza, temperamento, flema, bilis, sangre, ángel guardián de túnica sucia, con ojeras violáceas y fondo agridulce. He dejado el amor incondicional bajo las mantas y he practicado el odio calculado hasta la náusea, he llorado un cielo reflejado en el mar nocturno por cada defecto, he colado mensajes en botellas vacías, he anclado todo lo bueno que quedaba en un papel y no lo he enviado. He sentido vergüenza de mí misma, del amor incondicional que regresa de nuevo a